No te vas.
No te sales. No entendí que sos de los que llegan para quedarse; no avisaste
que te ibas a quedar. Ni siquiera que pasarías adelante. Sin
permiso, pero con las caricias más suaves y los labios más dulces que nunca han
besado los míos. Y que yo no sé parar.
No lo
sabes, pero cada día te pienso y te ansío un poquito más. No soporto
pensar que me iré y ya no volveré a verte, que una vez más no pasará nada. Que
ya no volveré a saber de ti, a pesar de haberte querido tanto, de quererte
tanto aún. Que aunque te quiero muchísimo este amor me lo voy a
quedar para mí. Que todo lo maravilloso que quiero darte no lo conocerás jamás,
todo lo que pudimos ser… ¿Qué acaso no ves que haríamos la pareja perfecta?
Después de
tanto afecto demostrado me niego a creer que hay alguien más a quien quieres en
serio. No te creo. No lo creo. Busco pistas para sentir que soy especial.
¿Ridícula no? Porque no me gusta querer a medias. A mí me gusta que me quieran
con todo. Pero te quiero a ti. No quiero pensar que fallé por no luchar, pero
es que luchar no se siente correcto, y no podría perdonarme a mí misma.
Y sé que
debo aceptarlo y dejarte ir, pero no puedo hacerlo viéndote casi a diario. El
día que intento ser más distante extraño tus abrazos mil. Sigo ilusa pensando
que algún día te darás cuenta y darás un paso adelante. Y te me vas. Y me
siento pequeña.
Y otra vez
vuelvo a preguntarme por qué siempre Jotas, por qué siempre tarde,
por qué siempre la vida me jode la existencia. Pero mejor no me lo sigo
preguntando, porque no voy a tener respuesta. Soy el objeto sobre el que recae
la acción del verbo. Soy el sujeto que no puede controlar la acción.