Estoy a una semana de
volver a la universidad. Otra vez, se me acaban las vacaciones. Tengo miedo.
Mis semestres de primavera son los peores. Solo pensar en las materias que
llevaré: Resistencia, Topografía, Técnicas de Presentación, Diseño V, Historia
de la Arq. III… ¡son todas materias fortísimas! ¿Pero qué se puede
pedir de un sexto semestre?
Me asombra lo lejos que
he llegado. Ya estoy casi a mitad de carrera. Recuerdo que cuando entré, que
descubrí que Arquitectura no era lo que creía, pensé que nunca iba a
terminar. Recuerdo Dibujo Arquitectónico, la materia que más odié,
que me hizo pensar en coger la loma… Ya no es nada. He seguido. No siempre
segura de qué es lo que quiero, estoy muy clara de que esto no es lo que
soñaba ser, pero quizás esta carrera sea mi mejor opción. Modestia aparte,
soy bastante buena en ella.
Pero me estresa. El
diseño arquitectónico es complejo y exigente, es celoso, no deja tiempo ni
espacio a más nada, cede apenas lo necesario para vivir pensando en él. A veces
voy a lugares, o los veo en fotos, videos… que son tan cómodos, tan elegantes…
todo es innovador, ingenioso, bien hecho. Las personas se admiran mucho en
lugares así. Confieso que son esa la clase de lugares que me
gustaría diseñar: Hoteles, restaurantes, plazas, residencias… porque me deleito
al observar y sentir tan hermosa arquitectura. Quiero diseñar proyectos que me
apasionen, con los que me sienta identificada y pueda expresarme. Quiero hacer
arte en 3D.
Sin embargo, es doloroso
el proceso. Es largo y tedioso, requiere de mucho tiempo y esfuerzo. Es mucho
más fácil escribir una canción, hacer un dibujo, pintar un cuadro. Con todo
ello en Arquitectura el resultado es asombroso, magnífico, mucho más. Muchas
veces pensé dejar esto y dedicarme a ser una artista. Perseguir mi sueño, vivir
de mi “hobby”, que es mucho menos complicado y hasta relajante. No he
renunciado a ello, aún me gustaría, pero cada vez lo veo menos realizable
porque no estoy haciendo nada por ello, ¿con qué tiempo?
La Arquitectura absorbe
todo de mí. Es como una esponja que viene y toma todo lo que te mantiene viva
hasta dejarte seca. Todas mis energías, mi tiempo, mi fuerza, mi creatividad, mi entusiasmo… ¡todo! Todo lo mejor de mí, para hacer lo
mejor de ella.
Desde hace unos años, la
frase de Einstein “si quieres resultados distintos, no hagas lo mismo” ha
merodeado por mi cabeza. A veces he pensado que si dejara la Arquitectura y
estudiara Pintura o Música, algo que me apasionara más, quizás, solo quizás
tenga suerte y me vaya mejor. En el mundo hay miles de arquitectos, pero
también millones esperando a ser artistas. “No hay nada nuevo bajo el sol”. Es
difícil destacarse. Donde quiera que esté, haciendo lo que sea que decidiese,
tendría que luchar duro por ser alguien.
El éxito no cae del
cielo. Entonces vuelvo y pienso: me va bien, soy buena estudiante, inteligente,
estudio una carrera difícil en la que si me esfuerzo puedo llegar lejos;
¿entonces por qué preocuparme?
Si fuera fácil
cualquiera lo haría. Todas las personas que admiro, tuvieron o han tenido que
trabajar duro para llegar a donde están. Si es difícil, si encuentro obstáculos
y los supero, si me levanto y sonrío al suelo que antes me vio caer entonces
voy por buen camino. Es difícil, muy difícil, pero el dolor es parte del
proceso. Es parte de lo que necesito para moldearme y ser mejor. Son solo
obstáculos para llegar a la meta. Si fuera fácil entonces ni valdría la pena
intentarlo. ¿Qué estaría demostrándole al mundo, a mi misma?
Voy a seguir adelante.
Superaré las pruebas como siempre lo he hecho. Será difícil pero no me rendiré sin siquiera intentar. Seré una gran arquitecta, ¡yo puedo hacerlo! ¡Yo puedo!
Saldré adelante. ¿Qué es lo peor que puede pasarme? No voy a morir en ello.
Aunque sea difícil, esté cansada, aunque tenga hambre y sueño no
desmayaré, perseveraré. Ese es mi camino ninja.
Pamela