domingo, 3 de febrero de 2013

아파

Enojo: Una palabra, cinco letras, una sensación, miles de formas de manifestarla. Amargura, pique, gritos, lágrimas, impotencia, dolor, mutismo, tristeza, ira, desgano, miedo, angustia… solo por mencionar algunas pocas. 

              Lo peor es cuando no lo puedes ni describir, cuando no tienes fuerzas ni para estar de pie, que te caes al suelo a orar y a llorar, a rogarle a Dios que si existe y te escucha que te diga algo porque estás perdida y no sabes que hacer. Se burlan de mí, de mis sueños, de mi carrera, de mi tiempo, de todo lo que para mí es importante. ¿Quien se supone que va a creer en ti cuando tu propia familia no lo hace? ¿Que esperanzas tengo? ¿En verdad es esto lo que tengo? ¡Mejor no tuviera nada! Destruyen mi autoestima. Cada segundo se hace más y más chica. And I hate that I love them so...

Depresión, otra de las palabras de la noche. Puede durar una semana, unos días, unas horas, unos años, un mes…; todo dependiendo de tu actitud y los motivos.

Ese momento en que ya no quieres hacer nada, que ya todo te da igual, que no estás en tus cabales, tu cerebro está averiado, no puedes pensar con claridad. Lo único que puedes hacer es llorar y lamentarte, desahogarte con tu perro que es el único que a pesar de todo te quiere o con tu suave almohada que es la experta en comprender el inefable idioma de las lágrimas.

Paciencia. Solo unos segundos más. Comienzas a pensar que todo está perdido, ya aquellos con quien contabas te fallaron, no sabes que hacer, no sabes a quien recurrir. No estás lúcido, solo te mueves como mecánicamente, para no colapsar.  Tanto has llorado que has perdido la voz. Sentido común, ¿qué es eso? Publicas miles de estados en Facebook y Twitter como si fuera a servir de algo, pero no mejora nada.

Ya no hay amigos, no hay familia, ¡no hay nada! Tu habitación se vuelve cada vez más pequeña. Odias a todo el mundo, hasta a la tierra y a las plantas, a todo lo que gira alrededor del sol, todo lo conocido y por conocer, odias todo, todos tienen la culpa, ¡todos! Porque no estuvieron allí, porque te fallaron, te prometieron y no cumplieron, te dejaron esperando durante horas como una tonta, jugaron contigo, te aplastaron en el suelo y luego te pisaron y te golpearon hasta más no poder, hasta dejarte en una habitación fría y obscura como la celda en la que encarcelaron a Edmundo en el Castillo de If, o quizás peor, porque ésta vez fue tu propia familia. Nunca lo había entendido tanto como hasta ahora.

Se te cae el mundo encima, estás harta, vas a explotar, escribes a una velocidad de mil por hora, bueno quizás no tanto, pero sientes como si fuera así. Necesitas desahogarte, necesitas respirar. Eso es lo que pasa.

Tomaré un descanso y me iré a dormir por unas horas, a ver si cuando despierte puedo imaginar que no dolió tanto y estoy bien. Yahvé jireh, as always.

Gracias por leer.