jueves, 4 de agosto de 2016

Adiós, ha sido un gusto


Todavía me asombra cuán rápido cambian las cosas. Cómo se puede estar tan feliz, volando por el espacio y luego cayendo a tierra  al siguiente segundo. Cómo se puede querer a alguien con todo y al día siguiente querer odiarlo a más no poder. Y digo querer porque no puedo. Odiarlo sería imposible, después de tanto.

Y no quiero olvidar nada. No quiero olvidar todos esos días en casa, sus besos en la frente, sus manos acariciando mis dedos de los pies. Cada vez que me rodeaban sus brazos desde atrás. Su barbilla sobre mi cabeza y otro besito después. Su forma bonita de despertarme. No quiero.

Ni mis dedos entre su pelo, en su nuca. Sus besos en el cuello, su lengua en mis oídos, sus dedos rozar mi cintura.  Su perfume, al que deberían hacerle un monumento, que es de lo más rico del mundo. Sus manos en mis caderas y luego apretándome fuerte. Yo diciéndole tonterías con su cabeza en mis piernas. Nuestros pies jugando bajo la mesa.  Todas esas canciones que se sabía y me sabía, cómo disfrutamos la misma música, cómo completábamos nuestras bromas. La luz del comedor en sus mejillas, todas las primeras veces... Éramos iguales y opuestos. 

Que sus ojos son de lo más bonito que he visto y sus labios lo más voraz y más dulce. Y juro que aún se me encoje el pecho si recuerdo cómo suplicaba por uno más. Ver ese mensaje cada que llegaba en el chat. Vernos a los ojos y sonreír, juntar su nariz con mi nariz, y luego otro besito más. Toda esa afinidad que esperaba luego fuera complicidad, todos esos besos, pensar cómo podía ser malo algo que hiciera tanto bien… Hasta que luego a ti también te hace mal.

Y aún me queda duda de si no lo habré sobreestimado, de si recordará alguno de esos ratos, si habrán sido para él al menos la mitad de lo que significan para mí. Me marcho sin saber en qué lugar estuve. Y empiezo a pensar si tal vez no debí dejar que pasara, si no hubiera sido mejor que no para no tener este dolor después. Pero creo que sí. 

Y pienso en todas esas palabras mientras nos besábamos, cómo no querías parar, cómo quería quedarme contigo. Yo creí que sentías tan fuerte como yo, pensé que si podía ser. Pero al parecer no fue tanto. no sé qué duele más, si tu indiferencia o esta duda de si de veras te importó alguna vez.

Pero ya está, ya fue; fue genial, cool, maravilloso y todo pero terminó y ninguno y ambos tuvimos la culpa. Especialmente tú. Eres un mega-idiota por dejarme ir pero te deseo lo mejor del mundo. 

Y yo voy a recordarlo todo.

Porque luego de tantas nubes y tanto despecho, ¿de qué vale llorar más? Veamos lo bonito y sigamos adelante, que yo quiero seguir recordándote bonito. Quiero verte verme y sonreír 

2 comentarios:

  1. asu, dejar ir al que amas, duele, pero si es por un buen motivo que implique tu felicidad lo vale, encontrarás a alguien que te escribirá cosas así como tú le escribes al ahora ex...

    Muchas buenas vibras

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  2. Claro que ha merecido la pena el tiempo que has compartido con esa persona especial. En las relaciones hay que disfrutar el presente sin preocuparse por el futuro, y si este decide interponerse entre a vida de esas dos personas y acabar con su relación, hay que mirar a otro lado y cambiar de camino. ¡Ánimo y mucha suerte! ¡Tú puedes!

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